Este es el comienzo de mi portafolio electrónico mediante la tecnología de los weblogs. Con el mismo espero incluir evidencia en torno a mi desarrollo profesional y mis iniciativas relacionados al proceso de enseñanza-aprendizaje.
Hemos estado haciendo lo mismo en el salón de clases por mucho tiempo, descansando muchas veces en la conferencia y en la pizarra como nuestras principales tecnologías. De la Edad Media para acá no hemos tenido transformaciones reales en la forma en que enseñamos. Nos reunimos en un salón de clases, hablamos, dictamos, resumimos, hacemos una que otra pregunta, asignamos lecturas y se acaba la clase. Y eso lo repetimos ad-infinitum. Mientras que nuestros estudiantes memorizan, repiten, y se aburren hasta más no poder. Esa es usualmente la norma de todos los días en muchos salones de clase. Pero en realidad, ¿es eso lo que queremos como educadores? , ¿es eso lo que merecen nuestros estudiantes? .
Hace unos seis años empecé a cuestionar mi práctica en la sala de clases. Llegué al mundo de las tecnologías de aprendizaje porque quería convertirme en mejor profesor y transformar mi praxis pedagógica. La tecnología se convirtió en la manera de estimular la interactividad en las clases, facilitó la comunicación con mis estudiantes y le impartió una novedad que le hacía mucha falta. Volví a tener el mismo entusiasmo de los primeros años y ahora estoy dispuesto a enseñar unos cincuenta años más.
He aprendido a reconocer el poder de las cosas que no podemos ver (ciberespacio, educación virtual, presencia virtual, etc). La experiencia de mis estudiantes en los cursos complementados por Internet me da a entender que pueden aprender virtualmente sin problemas. Más aún, están recibiendo el mensaje de que aprender no es un asunto limitado a las paredes del salón de clases.
Estoy convencido de que enseñanza complementada por Internet tiene como consecuencia el que mejoremos nuestras destrezas como profesores en la sala de clases. Enseñar en línea nos hace muchas veces conscientes de factores que pasamos desapercibidos en la sala de clases. Dejamos de ser expertos y nos convertimos en facilitadores del proceso de enseñanza-aprendizaje. Desarrollamos un mayor interés por mantenernos al día en relación a los temas del curso y definitivamente que nos convertimos en profesores más organizados.